La perfección no es el lugar donde querríamos quedarnos. Donde el agua se estanca, se pudre.
Necesito abrazar una vez más, como siempre, la muerte y la profunda transformación.
Tan mundano he de ponerme que confundo actuar con crear. Pero es tan simple lo que quiero como experienciar y amar.
Vuelvo a caminar, al parecer sin un rumbo, liberándome de todo lo que hasta hoy día he conocido. ¿Pero hacia donde realmente me dirijo? Nadie camina sin un sentido, porque incluso un “sin sentido” es un sentido.
A lo lejos, veo a aquella mujer como estrella purificando con su ser la vida misma. Desde su sexo, el equilibrio entre el oro y el barro que depuran mi cuerpo y mis pensamientos más abstractos. Sin embargo, antes de llegarte, debo bajar a lo profundo de mis temores y abrazar mis más recónditos miedos humanos ¿Miedo a la muerte, al dolor, a la perdida?
Bajo el loco, mi espíritu sin rumbo predestinado, un perro me recuerda que donde valla puedo volver a lo profundo de mí ser y descansar bajo mi luna, y aullar como tantas veces lo hice bajo la madre de los poetas, dentro de las aguas de mi eterno e infinito inconsciente, y volver a encontrar la gema olvidada de nuestra bendita existencia.
En mi saco de esenseres solo una rueda que me recordará por siempre que nada muere, nada comienza, nada nace ni nada termina. Todo es parte del perfecto proceso de ir y venir de la vida y su transformación.
Yo soy el encargado de girar la manivela, pero también soy el responsable de hacerme a un lado y simplemente observar como el girar de la ilusión parece tan real (y no caer en su hipnosis).
En el borde del camino, desesperado de ser lo que parezco, doy un salto al vacío para encontrar sus bellos y dorados cabellos.
¿Y el miedo? El miedo soy yo mismo de mil caras disfrazado.
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