sábado, 8 de octubre de 2011

El Cura que da la cura II

Siguiendo con la reflexión anterior, quizás manifesté que era el Cura quien da la cura, sin embargo quiero ser explicito en el hecho de que no creo que Otro sea quien pueda darnos algo como la cura. En este sentido, tampoco podríamos vanagloriarnos de que pudimos curar a un cliente/paciente, sino que solo podemos acompañar en el proceso del otro.
La sabiduría no puede darse como un alimento, o un regalo, sino que se presenta como un sutil aroma que entra en el cuerpo y nos cambia la forma de ser con nosotros mismos (por lo tanto, con el mundo). Por esto, es menester que el psicólogo o terapeuta (y ahora me dirijo a cualquiera que tenga como incentivo la cura del alma, no solo quien quiera hacer alarde de algún título universitario) esté en un constante proceso de auto conocimiento y auto transformación.

Por qué la transformación, se preguntaran algunos. Quiero ejemplificar: Si guardo conmigo un vaso que en su interior contiene agua, solo puedo tener esa agua por un tiempo determinado ya que al paso de los días esa agua se llenará de bacterias, hongos, etc. Por más que yo crea que es un agua especial, esa agua esta inserta en un medio que la afecta. Por lo tanto, es necesario cambiar el agua y estar atento a cuando es el momento de vaciar y llenar. Lo mimos ocurre con nosotros los seres humanos. Debemos estar atentos al momento en que es necesario dejar atrás nuestros sistemas de creencias que quizás ya están con hongos y bacterias, y rellenar nuestros vasos con aguas purificadas. Es necesario (haciendo una homología con un computador) “resetear” nuestros procesadores para poder almacenar información nueva y de manera más objetiva, sin el peso del pasado.

Es este el proceso que me parece constituyente de cualquier terapeuta, pero del cual a pocos veo interesados ( y eso en un punto me pre-ocupa y es lo que me tiene aquí). Solo si estuviera realmente muriendo de sed creo que aceptaría beber de un vaso donde sus aguas se ven difusas, sin embargo, preferiría buscar quien puede darme el agua que en verdad me purifica.

Volviendo a la reflexión de cómo o quién es el que da la cura, manifiesto que desde mi experiencia lo único que podemos hacer es acompañar al reencuentro consigo mismo de quien nos consulta. No somos portadores de la verdad de nadie, sin embargo podemos ayudar al otro a encontrar su verdad.

Como escuche de Patricia May la diferencia entre los ángeles y los sabios, es que los sabios son personas que han recorrido el camino del auto conocimiento, a diferencia que los ángeles ya tienen “ese” conocimiento. Por eso un ángel nos puede ayudar de manera externa, pero un sabio, así como un hermano mayor, nos ayuda a recorrer un camino que el ya ha hecho y que en el fondo sabe que es una ilusión. Su meta es que veamos por nuestros propios ojos que aquel camino tortuoso que veíamos hacia adelante no era más que una ilusión y proyección de nuestros miedos.

Entonces, aspiremos a ser, desde la humildad de que en nosotros esta lo mismo que constituye el todo, hermanos mayores y no dioses o ídolos de quien quizás nos necesite (y ojo, es que si alguien nos necesita es solo que se necesita a sí mismo, nosotros solo somos un espejo de su ser).

No hay comentarios: