Entre leer y estudiar a los padres de las escuelas analíticas, me doy cuenta que la relevancia de distinguirse o formarse en escuelas particulares, ya sea psicoanálisis, humanista, transpersonal, gestaltica,etc (dejo de lado los conductistas y cognitivos por no estar aun dentro de mis intereses) no es de mayor importancia, sin embargo, como muchos vienen diciendo hace algún tiempo, lo importante no radica en la conceptualización más que en el vinculo y el espacio que pueda generar el terapeuta.
La cura, de cualquier terapia, va de la mano con el espacio que el cliente/paciente pueda tener. Es más, la “cura” probablemente tenga relación con lo que acá en Chile conocemos como el “cura” (que es el sacerdote católico), por lo que podríamos extrapolar la idea y pensar que la cura se conecta con la conexión espiritual (en el sentido de la escancia del ser humano) de nosotro mismos. Por lo que el Cura es quien nos facilitaría la llegada a la cura[i].
Si vamos al análisis del Cura, como personaje, nos damos cuenta que era una persona que con su presencia redimía a los creyentes que llegaba a él, y los ayudaba en el encuentro con Dios, acompañándolo también en sus momentos difíciles. Si bien esta es la imagen reducida que podemos tener del sacerdote, nos hace sentido que quien hoy en día ayude con “la cura” deba tener características similares a las antes mencionadas.
Por lo tanto, el hecho de hacernos psicólogos no corresponde con la posibilidad de poder ofrecer la cura a otros, sino que el viaje por el conocimiento de las diferentes corrientes, por la historia de la psicología, debería tener relación a como esa información se integra en nosotros a partir del propio trabajo personal. En resumidas cuentas, es como desde nuestra salud podemos entregar salud. Un psicólogo neurótico y que no conoce de su territorio mas que algún mapa emocional, no podría permitirse entrar en contacto con alguien que necesite cura, ya que quien necesita cura no busca solo una teoría ni datos, sino alguien que con su presencia ejerza cierto ambiente positivamente emocional, intelectual, espiritual y físico, sobre la angustia del cliente/paciente.
Es desde aquí donde esgrimo algunas de mis críticas (que van con la intención de que sean lo más constructivas posibles) en contra de algunos de mis colegas psicólogos y estudiantes de psicología, quienes ejercen y ejercerán, no desde un deseo genuino de conocer y conocerse, sino que, principalmente por la forma en que percibo, desde un espacio donde han logrado escapar de si mismos sin querer encontrarse con sus propias sombras y poner luz allí donde habitan las sombras. Si no cultivamos nuestro ser de manera profunda, simplemente perpetuaremos una clínica que se aleja del sujeto, en pos de un positivismo y un conocimiento ilustrado.
Como alguna vez dije, no por tener un título universitario estampado con la palabra Psicólogo, somos psicólogos (desde la raíz de la palabra Psique, que significa alma), sino que debemos aspirar a ser un espejo limpio y amoroso de quien viene en búsqueda de nosotros para estar al servicio del Otro y no de alguno de mis Yoes neuróticos.
[i]Para evitar confrontaciones que no vienen al caso, comento que evidentemente hablo del sacerdote, o el cura, como el arquetipo de caballero que amable y abanderado de una creencia religiosa, ayudaba “por el amor de Dios” a quien lo necesitaba, excluyendo de esta imagen arquetipica a todo ser humano que ha utilizado la religión con un fin político (y/o sexual).
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