jueves, 22 de diciembre de 2011

Verborrea

Pocas veces entiendo algo. La verdad es que me doy cuenta que es increíble como tantas veces puedo escapar sintiendo que entiendo algo y en verdad jamás he aprendido nada. Y quizás no hay nada que aprender, quizás a la vida no venimos a aprender realmente nada, sino a desaprender. Desaprender qué, desaprender miedos, falsas formas de vivir, de amar, de crear. Desaprender que somos aquello que creemos ser.

¿Cómo podríamos aprender algo realmente si ya todo está?....pero claro, ya dudo quien me dijo que ya todo “está”. Quizás hay realmente nada. Siento a ratos que todo esto es una puta ilusión y no hay más. Vivir, ir de aquí para allá, respirar, amar...y eso es todo. Lo demás es una farsa. Todo aquello que de niños nos dijeron debíamos aprender en la vida para ser alguien, es una mentira, que pocos saben que lo es, pero es todo tan falso. Simplemente venimos a desaprender patrones, a sacarnos armaduras que con el correr de los años hemos ido poniéndonos para protegernos. Protegernos de quién, de qué. De sentirnos humanos, de sentir, de experimentar, de vivir visceralmente. Cada emoción a la que ponemos nombre la asesinamos cuando decimos que es tal o cual cosa. Emociones que vienen y te cortan la respiración, emociones que te aprietan el estomago y emociones que no te dejan hablar o que hacen fluir alguna lagrima de los ojos. ¿Qué es eso? ¿Son solo cortocircuitos neuronales que despiertan un sistema nervioso?.
La verdad es que poco importa. Con cada respuesta nos alejamos cada vez más del silencio, lo único que parece estable. Detrás de tantos movimientos, de tantos ruidos, de tantas palabras y gritos, el silencio. Así como la obscuridad, que jamás se va, que es la base desde donde surge o se proyecta todo. Aquello que tanto miedo nos da es la base de las cosas. No es Dios “la luz”, es Dios “la oscuridad”. No es el Sol, es un agujero negro. Y no es difícil experimentarlo, tan solo dejar que el sol se vaya, tan solo apagar la luz, tan solo dejar de hacer movimiento o hablar, y solo queda el silencio y la obscuridad.
Cada palabra es un puente hacia un lugar desconocido, infinito hacia el futuro, que nos aleja de este vacío desde donde el cual realmente no hay nada. Incluso tenemos que entenderlo atreves de negaciones: no luz, no espacio, no tiempo, no yo.

Da igual. Volvemos alejarnos en teorías e ilusiones. Volvemos una y otra vez a mirar la paja en el ojo ajeno sin darnos cuenta de la viga que tenemos en el nuestro. Corro, de cada lugar para no estar conmigo mismo, y cuando me encuentro, solo veo que no hay nada. Mentira es decir que esa nada es dicha, que es amor ¿quién nos enseño eso?, y si aun así es aquello que nos enseñaron, ¿como sabemos que no construimos aquello que creemos vivir?. Nos llenamos de palabras, conceptos e ideas para alejarnos del precipicio. Nos aterra mirar hacia abajo y ver la obscuridad, y preferimos escapar…pero siempre esta y no siento que haya escapatoria alguna mas que ponernos cada vez más inconscientes de lo que somos. Aunque si pudiera volver atrás, no lo haría. Prefiero una terrible (o maravillosa, depende del observador) verdad que mil hermosas mentiras.

Solo puedo volver sobre mí una y otra vez, poniendo palabras a un vacio infinito que nadie quiere ver. Llenar por un momento esta angustia con palabras, sentirme satisfecho como quien acaba de tener un orgasmo, pero que después sabe volverá el deseo que jamás se satisface. Somos una estructura de ilusiones, cada loco con su tema.

Hoy siento que la vida avanza, que todo avanza, pero que nuestra misión es volver sobre nuestros pasos, aprovechar nuestra capacidad de regresar al inicio, darnos cuenta que el tiempo no es lineal y que podemos subir y bajar dentro de esta nada, hasta llegar y estar donde encontramos la semilla que fuimos, el segundo mismo antes del big-bang…y quizás recordar que soy todo, que soy nada, que simplemente Soy y No Soy.

(…)

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