Durante miles de años el ser humano se ha preguntado por el Ser Humano. Hacer un recorrido por la senda de las religiones y los diferentes tipos de psicología que han abordado este tema nos llevaría más tiempo del que quiero utilizar para expresar la idea de este escrito. Sin embargo lo que debemos tener en cuenta, y a lo que postulo, es la sutileza de que cada vez que hablamos del ser humano no hablamos de una persona, ni siquiera cuando digo persona me refiero a una persona, puesto que al decir “persona” o “ser humano” reducimos una experiencia a una expresión del lenguaje.
¿Qué me trajo a esto? Pensar que cada vez que hablamos de una “persona” nos expresamos como si habláramos de ella, cuando en verdad solo hablamos de una idea que construimos en nuestra mente y que proyectamos como realidad. Para nuestra insatisfacción esa “persona” no existe, y dejó de existir al momento que la nombramos como “persona”.
Entonces: ¿Qué es lo que analiza un psicólogo?¿analizaría lo que ve en el otro o lo que el otro es?¿y qué pasa si no es consciente de los lentes que ocupa para observar a lo que tiene en frente(que luego dirá una “persona”)?
Con todo esto, y no solo apuntando a la psicología, pretendo recordar las palabras de un gran profesor que siempre nos decía: “el mapa no es el territorio”. Por ende, debemos ser conscientes en todo momento de que lo que se nos presenta en frente es más que una persona, es más que lo que dice y aparenta. Es una experiencia que no tiene límites de nombre, ni de espacio ni de tiempo, puesto que puede estar hablándonos su Yo del pasado o su Yo del futuro, la voz de sus experiencias o su árbol genealógico, su Yo de la mañana, o su Yo de 20 años atrás, etc. Las posibilidades en todo momento son infinitas y a lo mas podemos reducirlas a posibilidades, por lo que la atención a nosotros mismos es la clave de tratar al otro como realmente lo merece…por lo que Es.
Y ahora se preguntará ¿Cómo en verdad saber qué es lo que el otro Es?... !Ah!, eso dejémoselo a nuestra No-mente, por ahora solo puedo dejarlo invitado a tomar un té.
Namaste
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